Autor: Hugo Gutiérrez
Vega
La Jornada, México, Domingo 13 de octubre de 2013 Num: 971
La Jornada, México, Domingo 13 de octubre de 2013 Num: 971
Me alegra
que Rumanía ya empiece a tomar su lugar en la Feria Internacional del Libro más
importante del mundo de las lenguas romances. Simona Sora Constantinescu fue,
en las reuniones del jurado del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances y en los
días de su estancia en Guadalajara, una embajadora inmejorable.
Es
urgente que el Encuentro de Poetas del Mundo Latino aumente sus contactos con
el caudal literario rumano (Marco Antonio Campos, desde hace años, viene
luchando a favor de la presencia rumana en nuestra reuniones. En estas jornadas
de Poetas del Mundo Latino ya han estado presentes Marín Sorescu y Liliana
Popescu, pero faltan muchos). Tenemos que abundar en el estudio de los grandes
ensayistas y pensadores: Mircea Eliade, Cioran, Noica, Steinhardt, Couliano
(asesinado en Chicago por laSecuritate del conducator chiflado y macabro) y otros
interesantes escritores que completan el cuadro del ensayo rumano. Me detengo
para poner como ejemplo de la lucidez y de la originalidad de los pensadores
dacios un ensayo de Constantin Noica titulado Seis enfermedades del espíritu
contemporáneo. Recordando a su amigo Steinhardt, habla de las
consecuencias dejadas por el universo concentracionario: “Frente a la tiranía,
a la opresión, a la miseria, a la desgracia, a la desventura y a la ansiedad,
no sólo no debes darte por vencido, al contrario: debes sentirte con un deseo
inmenso de vivir y de luchar.” Noica era, sin duda, el más sensato de los
pensadores de los años treinta rumanos, pues mientras Eliade y Cioran fueron
seguidores del asesinado Codreanu y de su Legión, así como de la Gardâ
de Fier de Antonescu
(el retorcido conducatordel guisado de
ojos rumanos en la novela Kaput, de Curzio
Malaparte), Noica se mantuvo al margen y matizó las enseñanzas del maestro por
excelencia de ese grupo, Nae Ionesco. Por su parte, el otro miembro de esa
ilustre y confusa generación, Eugen Ionesco, optó por el exilio; se fue a París
y echó a andar la aventura genial del teatro del absurdo. Noica se niega a
apoyar a la Legión y les dice a Cioran y a Eliade que es “alumno de Descartes y
de Kant y que, por lo tanto, no aprueba la mística exaltada del movimiento de
Codreanu”; sin embargo, cuando éste es asesinado por agentes de la
desfalleciente monarquía, Noica, en protesta por el horrendo crimen, se
inscribió en la Legión e hizo el elogio del Capitán Codreanu. Gabriel Liiceanu, alumno de
Noica, recoge estos complejos acontecimientos en sus comentarios al Diario
de Páltinis, obra fundamental del atribulado Noica.
Tal vez
el más conmovedor de los libros de Noica sea Rueguen por el hermano Alejandro.
Se basa en una anécdota de finales de la segunda guerra mundial: las tropas
soviéticas, en su avance victorioso, ocuparon un monasterio en la región de
Moldavia. Los monjes rumanos huyeron. Al poco tiempo regresaron y encontraron
en el altar mayor un mensaje: “El comandante de las tropas que ocuparon este
monasterio declara que dejó intactas todas sus instalaciones y les pide que
rueguen por la salvación de su alma.” Desde entonces, la ortodoxia rumana ruega
por el desconocido comandante Alejandro, miembro del ejército de la Unión
Soviética.
Rumanía
va a enriquecer la Feria y se va a acercar con fuerza a sus primos hermanos de
la “latinidad”. Los poetas como Blaga, Arghezi, Eminescu (el poeta fundamental
del romanticismo), Jebeleanu y Sorescu nos abrirán las puertas de una hermosa
lengua que se aferra a sus raíces latinas y que, para nuestra fortuna, sigue en
camino y se enriquece con nuevas (y fieles a la tradición lingüística, aun en
sus flagrantes violaciones) aportaciones literarias. En la feria de este año
presentaremos profusamente a Lucian Blaga, poeta y filósofo que representa
muchas de las virtudes del espíritu rumano.
(Continuará)
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